jueves, 3 de septiembre de 2009


el poeta Manuel Becerra Salazar,
antes de la charla...


CRÓNICA 2
22/7/09


El poeta Manuel Becerra Salazar fue el segundo invitado al ciclo Charlas con la poesía, celebrado en la Delegación Iztacalco. Bajo otra bellísima tarde como marco para la poesía, el café y el vino tinto armonizaron la plática con el vate, quien no perdió tiempo para arremeter con su palabra:

“El origen del título- Cantata Castrati ( Editoria Colibrí, 2004)- , fue inspirado en parte, por la poeta italiana Alda Merini, hospitalizada en un psiquiátrico, y en cuyos poemas la intuición cobra un papel importante…”
Comentó como bienvenida al público asistente e iniciando de igual manera las rondas de copas de vino que, junto con Alatorre, parecía tener prisa por acabar. Aún era muy pronto para la ebriedad pero el calor que suelen brindar los primeros tragos hizo efecto entre los poetas y su plática:

“los poemas de este primer libro, fueron iniciados a la edad de 15 años y finalizados, tal vez, a los 19 (…) Es poesía escrita – los primeros textos- sin conocer que era poesía, pues imitaba las canciones, estrofas, que en aquel tiempo escuchaba…”

Éste libro consta de varias etapas, según el autor, algunas marcadas por la necesidad de expresarse, la adolescencia, y otras más donde surge una profunda preocupación por la forma en la poesía y la responsabilidad que esto implica.

A propósito de este poemario, el poeta añadió que la primera edición contó sólo con un tiraje de 100 ejemplares, los cuales “se agotaron en la presentación de la Casa del Poeta en el Distrito Federal…”, más tarde fue incluido en la colección As de oros, de la Editorial Colibrí con un tiraje mayor.

Con la botella a medio llenar, y con la charla apenas empezando, Becerra dio su opinión sobre la poesía y su público, sobre la relación que existe entre el poeta y los escuchas:

"La poesía cobra su lugar aunque sólo haya un fotógrafo y un periodista…"

Arremete nuevamente para dar pie a la lectura de algunos poemas suyos, los cuales generaron simpatía entre los escuchas. Las paredes de la estancia repetían como cantos de sirenas los versos del vate, como una música que pretendiera embrujar a los oyentes…

Esta mujer, que no conozco, es mía.

Viene conmigo desde el bar Portales,

Tiene el cuerpo de Venus y los ojos

De una luz ebria que me deja ciego.

Un Metro lleno de fantasmas lleva

Nuestros cuerpos ceñidos y sedientos.


Buscamos una habitación, Señor,

Ladramos a las puertas de tu edén.

Buscamos una habitación, Señor,

Unas sábanas húmedas de frío

Donde poder quemar el alma en vela.

No volveremos a saber de nadie.

Mañana cada quien se irá aún ardiendo

Entre estas calles frías de noviembre

(Venus Ebria…de Cantata Castrati)

Llegó el turno de hablar un poco sobre su segundo libro, y Becerra pareció celebrar el momento y la oportunidad. Los Alumbrados – Premio Nacional de Poesía Enrique González Rojo Arthur, 2008- está a groso modo construido “por temáticas bien definidas”, comentó el autor, y por experiencias fuertes que afectaron su visión y su vida: “la muerte y agonía de mi padre, y el nacimiento de mi hija Grecia”.

Los poemas no se hicieron esperar, y el público fue acogiendo cada verso con suma atención y silencio, tal como se escucha alguna obra cuya profundidad está apelando a algo que nos arropa y conmueve; y que de igual forma nos violenta…


“Cuando entré a la habitación de Eurídice también entró una serpiente. Me arrastré con movimientos mudos por sus noches de matrimonio, me interné hasta su boca rampante, llegué por el río desvelado de la alfombra hasta ella. Lentísimo la saqué del mar de sus sueños y así me la llevé: húmeda, igualada al violín, a un accidente ingrávido en el aire, con la mesura de la clepsidra. Rompí el cristal de sus ojos con grietas sordas y me arrojé a ellos con la agresiva parsimonia del basilisco. Me destruí en sus caderas con esa enfermedad tan parecida al tango, con el serpeo del rayo en el tiempo de los remolinos, apagado como un fantasma entrando y saliendo por los sueños de su esposo, sin moverlo, entrando y saliendo con el dolor en voz baja, jadeando con una corona de fuego abrazada a la cintura de Eurídice, en silencio; entrando y saliendo, casi virtuoso, como un asesino.”

(del libro Los Alumbrados)

Los versos siguieron cayendo junto con la tarde y pronto la noche comenzó a amenazar con sus ebriedades y sus discretas invitaciones a los placeres, que bien aguarda y que sólo convida a los poetas y bohemios.
La botella miró su entraña vacía, y en compañía de nombres como Buadelaire, Celán, Orfeo, Eurídice, Rubén Bonifaz Nuño, Eduardo Lizalde, Efraín Huerta y más, los poetas cerraban el día y su plática. No sin antes expresar el deseo de seguir la juerga en alguna cantina de esta ciudad bellísima y aterradora…

Yuquiabe Romero


El poeta Manuel Becerra en la segunda sesión de Charlas con la poesía.