viernes, 2 de octubre de 2009


Primero es el relámpago, de eso no hay duda, como diría Rojas, el de Lebú. Y aunque en mi caso particular fue una mañana después de haber vagado en el remolino del mundo - y del alcohol-, aquella luz llegó junto con el primer día del siglo y no se ha ido.
Desde entonces la poesía se ha convertido en una brújula, que a veces me pierde con el Sur, pero que en la mayor parte del tiempo ha sido la partitura idónea para descifrar la música del tiempo; tal vez como sonata funesta o bellísima tormenta, pero inquieta siempre.
Encadenado al cielo, quizá… pero más del aire y del cuerpo del aire, de ese desnudo mármol que se asemeja tanto a un ángel y que resulta siempre la mujer, alumbrándose entre las calles libertinas o en los papiros del viento, convidando su música, su tablatura celeste.
Charlas con la Poesía surge por el gusto de compartir la quimera, por convidar la experiencia de viajar dulcemente solos por los años, y de encontrar en frente un paso, que nos alienta, y de tras nuestro uno más que nos perfuma la vista en esta rueda de locos, de humanos…o peligrosos románticos.
GUSTAVO ALATORRE

Raciel Quirino (1985, Distrito Federal).

Estudiante de 5º semestre de la carrera Lengua y Literatura Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). He asistido a talleres con Sandro Cohen, Ricardo Yáñez y Mario Bojórquez. He publicado en la revista La cabeza del moro del Instituto Zacatecano de Cultura “Ramón López Velarde”, en la revista Casa del tiempo de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y en la revista Opción del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM). Mi primer libro, Western, está proceso de publicación.

WESTERN


I

El día miércoles 5 de agosto contamos con la presencia del poeta Raciel Quirino, quien fue el tercer invitado al ciclo Charlas con la poesía. Días antes de la plática, había recibido por correo su libro de poemas y, salvo esto, y algunos comentarios por parte del poeta Becerra, poco sabía de él en cuanto al oficio se refiere.
La sorpresa fue agradable, su libro acompañó mis horas “muertas” en la tediosa tarea laboral que, de no ser por los instantes de la valiosa literatura, ya hubiera mandado al carajo. Me encontré de pronto frente a un libro que además de salirse de las temáticas habituales que suelen tocar los poetas en sus primeras obras, contaba ya con poemas sólidos e interesantes.

II

El poemario parece empezar con un crimen, dos sujetos liándose en la muerte; quizá como una alegoría general de la vida misma y todo lo que esto implica: el asesino y su contraparte necesaria, el que muere, no harán más que ejemplificar toda relación humana que tenga como sustancias medulares la pasión y el instinto de supervivencia.
La eterna guerra- y sus momentos de ausencia: la paz-, en la que habrá de existir y amar el hombre; en la que, como bien lo planteó Dostoievski, se mostrará sin máscara la verdadera esencia del ser, su verdadero rostro.
El libro así - el lector, el poeta- inicia el camino de huida, justo en las primeras horas del alba, donde todo crimen parece ser auspiciado por la ebriedad del ángel o el descuido de Dios, pero: ¿Quién huye de la escena, quién carga consigo la herida, el crimen, el recuerdo…? ¿el asesino o la víctima?

A LOMO

Este es tu muslo.
Este es tu pan de cada noche y tus caderas.
Aquí tu pie, tus ojos.

Si junto todo esto,
no es más que un aleteo pequeño.

Tanto me pesas y te llevo
aupada, sin embargo.
(Del apartado: Madrugada y Fuga)

III

De pronto, el crimen es el recuerdo del ser amado, todo recuerdo en esta instancia estará provisto del flagelo y el veneno. En el terreno del amor poco importa quién ha vencido, los amantes se vuelven- sin darse cuenta, quizá- los asesinos o las víctimas, pero no complementos.
La guerra entonces, es el acto amoroso, y en Western, el recuerdo que persigue al asesino y que lo alumbra en el camino de la fuga, como una música constantemente repetida en la cabeza.

NO FUE A MANSALVA

Ni desnudez de flor, ni labios rojos,
era un diluvio aquello en tus caderas,
un coletazo de hambre, borracheras
de muslos y saliva. Y yo de hinojos

fuera de mí, trabado en tus arrojos,
dejándome caer en tus fronteras,
sintiendo labios, hondas tembladeras,
precipitada sal entre sonrojos.

Ni primaveras blancas ni listones,
era un quejido en alto, un sol que clama
bajo vaivenes, acabar rendido,

como un alzarse herido por arpones,
un culebreo de luz que se encarama
sobre un cuerpo que triunfa desvalido.


(Del apartado: Madrugada y Fuga)


Como todo fin, es el incendio lo que consume todo, es el recuerdo en la hoguera, la quemazón en el alma lo que le queda al artista de todos los instantes vividos en el acto amoroso; es la memoria en llamas lo que le sirve al poeta.

ABLUCIÓN
Mi fe es mirarte un día
en medio de una hoguera enorme.

Piedra a piedra prenderle fuego a todo:

veranos, cuchillos, cabalgatas,
ojos de mujer que sueña,
corrientes suaves,
ciervos
habitarán los bosques.
(Del apartado: Madrugada y Fuga)



III
Quizá el libro encuentra coincidencias, muchas a mi parecer, con la literatura de viaje. Hay en él una introspección que se va efectuando con forme uno avanza en la lectura, hay un partida y un destino, un inicio y una llegada, no a la manera órfica- descenso y ascenso- pero sí a la manera del viajante-poeta beat; tal vez por ello toda la ambientación del poemario, repetidas veces, regrese a los caminos áridos del viejo oeste, del Western cinematográfico.


CABALGATA

El llano es inminencia de la flor,
lo venidero
en seca lejanía,
la soledad que colma,
que vacía de igual manera
al santo que al traidor.
Es disolverse en hilos
de sudor, exhausto, sin caminos
y sin guía,
arribar a la noche
—hoguera fría—,
decadente, colmado de temor.
Al fin conocimiento, al fin
ya nada que oculte la unidad,
su luz más pura,
completa desnudez,
alta espesura
en polvareda y roca levantada:


después de tanto andar,
flor y morada
dentro del pecho
extiende la llanura.

(Del apartado: Polvo de nadie)


Y es aquí, precisamente, donde se trunca el viaje, donde el desierto no es sino un arder a solas, una mirada así mismo, un instante peligroso donde el abismo y la videncia se dan cita; – ahora mismo recuerdo estos versos, que seguro resultarán más eficaces a lo que pretendo decir, del poeta Álvaro de Campos en mano de Fernando Pessoa: “Grandes son los desiertos y las almas desiertas y grandes-/ Desiertas porque no pasan por ellas sino ellas mismas/ Grandes porque desde allí se ve todo, y todo murió”-.

Toda cabalgata introspectiva, o metafísica, terminará, o topará muy pronto, con los barrancos. Que llegan a ser, si son bien aprovechados, los momentos de más lucidez en los que se puede encontrar el alma, curiosamente expresados en los actos cotidianos y comunes… están ahí, a la espera del alma “cautiva”.


GAMBUSINO DIARIO
Tú que sabes del aire que duele por perdido, de aquel volverse sordo que anubla temporadas, que entiendes de las lluvias por siempre inacabadas, suspensas, largas cintas del cielo hasta el olvido, que de la noche en blanco su pulso has comprendido, porque se extiende lejos, a tantas madrugadas, bajo tantos silencios y frases socavadas. Tú que vagas muy dentro, muy fuera del latido, pues te destemplas niño por un abrazo fuerte, qué anhelo de quererte se colma en tus zapatos, en tu bostezo diario, puntual y reverendo, qué desnudez se enfila con rumbo hacia tu muerte, qué de carcoma teje su historia en tus retratos, ¡qué humano, en fin, qué humano en ti se va creciendo!
(Del apartado: Barrancos)


No pasará inadvertida para el oído atento, la estructura con la cual ha sido escrito este poema en prosa, el verso alejandrino retumba y nos conduce por el alma de este gambusino agraciado con el don de la videncia; una variante del soneto, muy usado por los modernistas. Y no sólo en este texto el poeta nos demuestra su educada versificación, hay a lo largo del libro, variantes de silvas, combinaciones de versos endecasílabos, sonetos, etc. Lo cual hace inevitable la reflexión sobre el oficio, sobre el poeta


CANTO
Queremos ser poetas
y no medimos bien las crines del caballo
al borde del silencio, su latido.
Con la mayúscula inicial del hambre
sonando en nuestra boca emprendemos carrera
entre versos inciertos.
Y uno quiere cantar
el árbol que no ha visto y todas nuestras lágrimas,
y eso es perderle el paso a la saliva
y tropezarse en una lengua dócil,
porque así nadie eleva su espina medular
y no hay idioma justo.


(Del apartado: Barrancos)


Del penúltimo apartado es el crimen, volver al crimen. Nos devela, como una buena película del Western, quién ha sido todo el tiempo el poeta, quién ha cargado en nuestros ojos la pólvora y ha disparado a quema ropa. Es el mismo, quien se queja de la atascada Remington, quien nos ha llevado a la emboscada del verso último, de la traición y la venganza. Es el mismo que nos ha disparado y al que creímos herir…


MUESCA
Inmóvil, desangrado, mira
el vencido a quien su arma
no acertó llagar de muerte.

Piafa la mula.
El de la buena estrella
birla fuste, cantimplora, estribos.

Se inscribe en la culata:

Hombre de atascada Remington

(Del apartado: Alto calibre)


IV

Eh aquí la llegada, el final…el viaje Hacia el Oeste.
La ebriedad con la noche ha tejido su trama. En el bar, los invitados comentan la reciente sesión, saludan al poeta y brindamos todos. Apresuramos los tragos como se viene la noche y todos parecen tener buen ánimo. Todavía le sobran horas a este día, y el poeta lo sabe: aún nos quedan dos balas en la colt single…

GUSTAVO ALATORRE