miércoles, 4 de mayo de 2011

Palabras para Norma Bazúa

Palabras para Norma Bazúa¿Por qué escribirle ahora a Norma Bazúa? Primeramente, porque comienza el viaje más difícil al que todo ser humano se enfrenta en su momento: el olvido. En este sentido, todo poeta posee como únicas armas su palabra, su obra. En segundo lugar, si ya de entrada fue una mujer olvidada por el medio literario en vida, ahora en la muerte, nosotros los lectores tenemos la obligación, el deber y el gusto, de difundir, enseñar y publicar - o simplemente leer- lo que esta mujer le arrebató al asombro.

No hablaré en estas líneas sobre las injusticias –innumerables- que brinda el sistema literario nacional, de sobra las sabemos y todos somos parte: tanto ejerciéndolas, como alimentándolas desde la trinchera del “underground” o desde la postura del “poeta incomprendido” al cual algún día –en vida, eso sí- todos se le rendirán.

Es sorprendente el nacimiento, por doquier, de antologías y encuentros literarios, donde los poetas no sólo dicen, sino aseguran ser lo mejor, lo más representativo de la literatura nacional. Ya no hablemos de los premios y de los escritores que los ganan; son cuantiosos los ejemplos de esas mafias. Todo esto: premios, grupos, mafias, fama, sabemos que son más que el síntoma terrible que envuelve la crisis profunda – esto sí, un verdadero problema- de la creación literaria de nuestro país. Creo firmemente que si no existiera tal crisis –y a crisis me refiero a buena escritura, escritura de calidad- no habría necesidad de tanto reconocimiento y tanta fama, el poeta estaría más ocupado en su labor que en el mundo externo: el debate, entonces, sería otro.

Creo firmemente que la poesía es algo más que todo esto, que hay algo mágico y azaroso en ella. Basta revisar alguna antología de nuestra literatura nacional y desnudarla, críticamente. Ver, por ejemplo, a qué poeta se le encumbra más de la cuenta y que, ahora, los nuevos escritores ni lo conocen; ver a cual se le incluye por que en su momento ocupó algún cargo de poder en el medio y que su mejor altura como escritor, estaba en otro género; o a esos poetas incluidos a penas con uno o dos poemas y que hoy, a la luz de este tiempo, nos destellan y nos dicen más que los otros. También los hay -pocos, muy pocos- los que desde el principio ungieron como un faro y aún ahora siguen alumbrando nuestra tradición. Pero, ¿por qué digo esto? Por la sencilla razón de que Norma, la poeta, pese a su muerte, pese a su poca presencia en el medio, pese a su nula pretensión, es un ejemplo más de que la poesía y el tiempo se encargan de deshacer lo que las ligerezas humanas, las pretensiones absurdas, se encargan por construir. He aquí su enseñanza, he aquí su valor.

Gustavo Alatorre
Mayo 2011