miércoles, 14 de octubre de 2009



Arturo Terán y Mendoza (Ciudad de México, 1968). Transcurrió su infancia en un bucólico pueblo del Estado de México (Lugar de tortugas, según el toponímico).
Ingeniero civil por la UNAM, transitó de los andamios y el restirador a la construcción de artilugios de palabras donde habita la memoria.
Antes editó Pero me bastan los dedos, libro-objeto escrito a mano e ilustrado por él mismo en 2001. En el 2005 aparece San Pancho Bar (Ediciones Cuiria/Fridaura) y en la misma editorial, en 2007, aparece El Destino del Salmón.
Figura en las antologías de poesía Hasta agotar la existencia II (Editorial Resistencia, 2003) y 23 años, 23 poetas (Tianguis Cultural del Chopo/Conaculta,2003).
En cuento aparece en Los mil y un insomnios. Festival del Cuento Brevísimo (Centro Toluqueño de Escritores/Instituto Mexiquense de Cultura, 2006).
Ha sido publicado en diversas revistas literarias y suplementos culturales de periódicos de circulación nacional y local.
Como artista gráfico ha participado en varias exposiciones, tanto individuales como colectivas. Viajante inmóvil de la literatura, espera el advenimiento de la locura en los otros para sentirse menos solo.
EBRIEDAD Y POESÍA
(ACERCAMIENTOS AL LIBRO SAN PANCHO BAR DE ARTURO TERÁN Y MENDOZA)
I


La primera vez que conocí al poeta Terán, fue una tarde en el Centro Histórico en la hoy desaparecida cantina “El Nivel”. Aquel primer acercamiento hubiera bastado para forjar pronto una amistad, pero los bastantes tragos que yo llevaba encima y su prisa por retirarse pospusieron nuestra charla.
Meses después, volvimos a coincidir en un recital, y nuestro acercamiento se dio gracias a las buenas bondades de la cebada y a la juerga que ese día tuvo a bien proponer el maestro Max Rojas por los rumbos de Iztapalapa. A ese día, le prosiguieron reuniones que, por azar o pretexto, nos juntaron en cantinas, vecindades del centro, foros de lectura, y mañanas que recuerdo con mucho aprecio en la editorial Friadaura, donde bebíamos plácidamente en compañía del editor Juan Carlos Valdovinos y uno que otro poeta o narrador que se presentaba a acompañar los tragos matutinos.

Días de mucho sol, eso sí recuerdo.

II

Si uno conoce al poeta Terán, pronto se da cuenta de que, por sus palabras, corre esa sabiduría sutil, casi imperceptible, que tiene a bien a soltarla sin hacer alarde de ella, como quien habla de algo común: el clima, alguna noticia…sin embargo, cuando menos se da cuenta uno, aquellas palabras resultan llevar en sus adentros una valía insospechada, en el momento menos inesperado.
Para quien no lo conoce, al menos en persona, su poesía es elocuente con su creador; versos más inmediatos que rebuscados, certeros con el mansaje y directos, con un ritmo regido por la vivencia y la urgencia de comunicar el instante en que el poeta es iluminado por la belleza de una mujer, o lo sórdido de alguna cantina:

(El COLONIAL)
LUGAR COMÚN

De mujeres triste
Con la luz del espejismo iluminándoles
La probable sonrisa de la dicha
Umbrías soledades entre botanas frías
Hurtándole los gestos al tedio
Rascándose la garganta por dentro

/miras para acá pero no sonríes/

Al contoneo de sus zapatos
Los gestos recuerdan historias contradictorias
Anécdotas contadas por otros para ti
Risas estridentes
Tintineo de vasos
Estos son los sonidos menos falsos de la tarde
Aquí es un lugar de desencuentros
Donde las sombras proponen
Citas a las que nunca llegará la desdicha
Dejando intocado el cuerpo.


(del libro San Pancho Bar)

“Estos son los sonidos menos falsos de la tarde”…aquí el poeta parece reivindicar todo el mundo bohemio, todo ese mundo al que es arrojado el poeta y en el cual se ve inmerso en compañía de la mesera aburrida, el tintineo de los vasos, los pocos asistentes en esas horas muertas- ¡ni siquiera las álgidas de la vida nocturna!- y la terrible soledad del que espera todo y nada sucede.
Es en estos lugares donde se da cita el poeta, donde la servilleta y la pluma registran con la mayor precisión posible lo que se piensa, lo que pasa por nuestros ojos y deseos. Es así como Terán nos regala un poco de sus visiones en algunos poemas escritos en servilletas de bares y cantinas:


“Es evidente que el silencio
Desvanece el ansia de volar
El vuelo en cierto aire
Es sólo la ilusión
De un ave rapaz.”


O este otro poema:

“El poema aplazado
Por la urgente necesidad de
Caminar
Salir huyendo sin pagar la
Cuenta”


(del libro San Pancho Bar)

III

A lo largo de sus libros, el poeta va construyendo su lenguaje, su voz; que no es otra sino la voz del testigo, del que vislumbra más allá de la niebla cotidiana lo que en verdad es, lo que existe y desasosiega el alma. Va cifrando, además, con epígrafes o poemas citados su genealogía poética, sus maestros; encontramos entonces nombres como el de José Emilio Pacheco, Manuel Maples Arce, Max Rojas, Abigael Bohórquez, Vladimir Holand, José Francisco Zapata, entre otros. Lo mismo hay una alusión a un poeta, o un salmo de la Biblia cristiana, como a una canción escrita por Tito Curet Alonso en voz de Héctor Lavóe; es así como se funde en la poesía de Arturo Terán la tradición de la lírica vernácula con el oficio del vate:

“…Me buscas en la Libertad
La cantina de enfrente
Y me entregas los cristales astillados
Que aprietas en la mano
Con el peso exacto de frío
A pesar de tu boca llena de carmín
Adivino la contundencia de tus dientes
La urgencia que tienes por la penumbra
Mientras te rascas una pierna
Es el síntoma en la comisura de tus labios.

En ese momento la música inicia en otro lugar:
Música de caderas y vendaval
Especial para auténticos perdedores
Que sólo atinan a vivir el instante
Cuando saben que su fin se acerca…”


( fragmento del poema San Pancho Bar, del libro del mismo título)



IV

Queden pues aquí, estas palabras como homenaje a la tarde maravillosa que nos brindó el poeta el 19 de agosto pasado, cuando compartió con nosotros en estas Charlas con la Poesía, un poco de su vivencia en este oficio peligrosamente hermoso de la poesía. No hará falta decir que después de la plática, la juerga se prolongó a una escondida y tranquila cantina, donde la noche detuvo un poco el tiempo y nos dejó beber alegres, pensativos, impactados por la locura y la belleza de este siglo.
He aquí, a manera de epílogo, un fragmento escrito por el maestro Max Rojas a propósito de la poesía de Terán:



“Señor de antros, el autor a vivido intensamente en éste y otros territorios donde una luz oscura resplandece. Memoria y experiencia se dan mano y quien conozca esta moradas, en donde el diablo realiza sus bondades, leyéndolo podrá revivirlas; los que no, acaso quedarán tentados de hacerle una visita para salir de ahí- como el poeta- con cierto olor de azufre y chamusquilla de la buena.
Por lo pronto, ¡salud!, y que nos sirvan las siguientes.”


( fragmento de la cuarta de forros del libro San Pancho Bar)

GUSTAVO ALATORRE