jueves, 15 de agosto de 2013
SEGUNDA JORNADA
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Miro las fotos del segundo día y no puedo ya sino sentir nostalgia, hay noches que son especiales, que de alguna manera quedan marcadas en el recuerdo y pese al tiempo, sea breve o largo, llenan el alma de una saudade extraña. Algo semejante me ocurre con esta noche. Amparados bajo el halo y la mirada de un árbol histórico (Árbol de la noche victoriosa), los poetas se reunieron para dar paso a la segunda noche, al segundo día de este encuentro que año con año se llena de pluralidad poética, de voces que coinciden para mostrarnos el gran abanico literario que hoy en día se vive en México, pese al enorme martillo que grupos, poetas y aparatos institucionales pretenden ignorar premiando, justificando y reconociendo sólo las poéticas que les son cómodas a sus concepciones y concepto de arte.
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La noche ya no era triste ni antigua, sino brillaba con el viento y el aire del día que muere y da entrada a una atmósfera fría y llena de licor. Los que estuvimos ahí reunidos no podemos ignorar que la poesía tiene diversas maneras de expresarse, diversos caminos que, aunque algunas veces, no nos parezcan poéticos, se dan y están ahí, moviendo concepciones e incomodando percepciones. Pruebe de ello el poeta Temok Saucedo, quien al puro estilo del pachuco Tin Tan tomó la palabra para recordarnos algún pasaje asombroso de aquella estrella de Calabacitas tiernas o el rey del barrio. Atractiva propuesta la del poeta Temok, sin duda parte de un fenómeno poético que cada día crece más en nuestras letras y que no debemos ignorar. El segundo entrar en palabra fue el viejo lobo de mar Juan Carlos Valdovinos, quien con sus poemas dedicados a sus princesas vampiras (Calamaro) demostró que el camino de un poeta nunca termina y que siempre ha de buscarse, pese a todo. Quienes lo conocemos sabemos que si hay alguien que ha dado todo por la escritura, a su manera, es él.
El tercero en saltar al ruedo de la noche fue el poeta Hugo Garduño, quien no desperdició la oportunidad para demostrarnos que se puede hacer poesía social, buena poesía social, pese a que en este país esté muy demeritada o, muchas veces, sea mal vista. El cuarto poeta en domar la noche fue Andrés Cisneros de la Cruz, quien encendió el tono de la noche y llevó la poesía a otros rumbos. Con un oficio –da la impresión– más depurado, este poeta parce no tener tópicos ni temas específicos, lo mismo escribe un poema sobre el Papa, un poema social o metafísico, que un poema a la hija o a su amada. Sin duda, una de las poéticas que conforme pase el tiempo atraerá la atención y el ojo crítico. Por último el cierre de la noche fue para el maestro Saúl Ibargoyen, quien cual mago de la palabra sacaba poemas de una chistera según la tendencia de la mesa: si los poetas versaban sobre el vino, Ibargoyen bebía el vino; si los poetas versaban sobre perros, Ibargoyen sacaba el perro de la tristeza; si los poetas versaban sobre el oficio, Ibargoyen hacía el oficio del cantor.
A él debemos el último poema de la noche, el bellísimo poema de la noche, diría yo. No fue gratuito el prolongado aplauso que obtuvo su lectura, quienes estuvimos ahí en verdad que lo gozamos. Buenas noches a ellos, los poetas, en su infinita verdad, buenas noches al árbol que nunca debió ser, buenas noches al grito y a la magia del verso caliente y que congela, buenas noches a todos, hombres y mujeres que hacen posible esto:
8
"El desierto es el gran vacío
que estuvo en el principio sin comienzo
de todos los fuegos:
es la gran vaciedad
donde nace la arena:
aire de ceniza contra aire de sol
rocas de fierro contra roca fugaz
viento de polvo contra viento de luz
granito enrojeciendo basalto encendido
albanene deshecho mármoles pintados
alabastro vulnerable yeso disuelto
cuarzo ahumado roquedales de cristal
amatista enmoheciéndose
y granos de sangre desprendida
derrumbada disuelta
y estiércoles de chacales huyentes
y cartílagos de sandalias marchitas
y redes sin peces ni espuma
y picos de garzas o grullas desdentándose
y ojos de cocodrilo con su coágulo terrestre
y médulas de infante fermentando
entre lirios debajo del lodo inundado.
Las nadas del desierto fecundan
la confusa sequedad flotante:
sus colmillos quemados se muerden
se hinchan se deshacen.
Y las finísimas semillas de piedra
se mueven entre los labios
de quien nunca será el nombrador
de las puertas del templo
ni el dibujante de mensajes muertos
ni el señor posible
de alguna o ninguna palabra."
Y tú que oyes solamente
las ligerezas del paladar
la liviandad del verbo:
escúchame sí ya que siempre hablarán
otras gargantas antes o después
de tu más mudo silencio.
Pero nada diré
delante de orejas
que no te pertenezcan:
no soy el dueño
de los felices vocablos o términos
que nombran el color indoloro del mundo:
no estaré jamás
en medio de los elegidos:
sólo me nombrarán
cuando mi única voz se levante
entre ajenas salivas
como un simple árbol
cuando yo me nombre propiamente
según mi deseo
y mi desprecio.
En el desierto vacío
nacen también pedazos partículas
fragmentos fulgores de palabras
que hemos hablado que no conocemos
que nos dan nuestro nombre
y nuestra sombra.
Y ellas me siguen
escarban entre sonidos enterrados
olfatean su rastro
de tinta insaciable.
9
"El cielo se alimenta en este día
de las calientes luces engendradas
por el sol.
Y hay otro sol
que es el mismo viajando
más allá de las aguas visibles
de la ennegrecida tierra:
un solo astro como fuego negro
soltándose del vientre
de la noche que se inclina
con su repetido temblor
sobre las órbitas de todos los mundos.
Pero el cielo desconoce las palabras
y nosotros aquí queremos su boca
de lodo translúcido
para que pueda hablar
desde los otros hombres
para que nos guíe
en tiempos de nubes corrompidas
de langostas con sus alas de fierro
de un destino de pegajosas plumas
y de inevitable oscuridad.
El dios del aire
nunca ha tenido columnas
ni inscripciones ni templos.
En él hay otros fuegos
y las mieles recién cosechadas
se amustian se enarenan
y hay grietas en los frutos
y los cerrados jardines desfallecen
y el verbo del dios borra
la entera palabra del hombre
y el verbo incompleto del hombre borra
las palabras del dios y de los hombres.
Y en el aire transitan
los ruidos del Nilo celeste
pequeños ruidos como alguien gritando
lejanamente desde una barca blanca.
Los patos cantantes
las claras palomas
los adensados cuervos
los pájaros totales
son también voces
en el curso espumoso del sol
que en cada punto de su nueva luz
nace con más fuerza
y se nutre de sí mismo
y de las sordas emanaciones del yacente mundo."
¿Debo ahora negar toda escritura?
¿Debo gritar que no soy ni seré
el señor de ningún verbo
ni el dueño de paletas y pinceles y pinturas
ni el maestro de las ordenadas oraciones
ni el propietario del martillo y el cincel?
Mi alimento es el pan de cebada
cocinado en las manos del sol
mi bebida es jugo y burbuja
de los granos rojos
mis ungüentos y aceites
salen de este cuerpo terrestre
el olor de mis lomos o de mis ingles
o de mi pelo es el olor
del Nilo sin morir que navega
en el clima poderoso de sus días.
No hay tintas ni colores sagrados
en esta mano duplicada:
solamente la marca de un anzuelo
una canasta un remo una olla
una espada un azadón una flecha
una vasija una cuerda un fusil.
más adentro de la piel
que los perros conocen
está el peso de otra piel
con sus suaves raíces
largamente acumuladas.
esa cálida tela envuelve mis huesos
para que no giman ni griten
para que puedan renacer
en su propio silencio."
De: Canción del escriba de pie
SAÚL IBARGOYEN
PRIMERA JORNADA
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Toda la tarde previa a las primeras palabras del encuentro las nubes rondaron el paisaje. Y no podría ser de otra manera, la primera vez que conocí a Max Rojas las nubes, la noche, y sobre todo la lluvia hicieron de aquel día un recuerdo memorable en mi cabeza: lluvia, cerveza, vodka y Max Rojas en el ya legendario León Dorado. Ahora después de casi 13 años de aquel primer encuentro, regresábamos otra vez la casa de Cultura Siete Barrios, ubicada precisamente en uno de los pocos pueblos-barrios que aún conserva la enorme ciudad de México, pero ahora a una lectura de poesía en honor del poeta.
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La espera fue larga para dar inicio al festival, sin embargo las voces, en esta ocasión convocadas, rindieron tributo merecido a un Rojas mermado por la enfermedad pero con en el ánimo increíble de la vital poesía, que no parece abandonarlo pese a los estragos del tiempo.
El primero en encantar la noche fue el poeta Pedro Emiliano, quien hizo del oído atento un refugio para la lírica que suele brindarse el poeta etílico, vagabundo y dueño de un corazón tan cinco estrellas, como diría Sabina. No hay duda que los versos de Emiliano cobran hondura y precisión en más de una mujer, y tampoco hay duda que en ellos radica una voz propia, un decir que ya tiene particularidades. El segundo en tomar palabra fue el poeta Eduardo Oláiz, quien hechizó la tarde con su tono de vértigo y el oficio melódico del poeta que sabe de su oficio. Oláiz es de esos poetas que encantan precisamente por no decepcionar: cuando uno lo mira sabe que la poesía que dirá, aún a pesar de nunca haberlo escuchado ni leído, será una muy buena poesía; y eso brinda precisamente Oláiz al lector, al escucha atento. El tercero en tomar “la palabra prestada” fue Guillermo Henry, quien dio voz a uno de los poemas más memorables en la obra de Max Rojas: Elegía como grito para una tarde de diciembre. Poema comparable en calidad poética al mítico canto X de El turno del aullante. La interpretación de Henry no fue menor al poema, ambos encantaron la lluvia y más de uno entre el público sintió vibrar su ser interno, sintió el grito, la escalera, la voz en el espejo que llega de repente para decir no hay nadie, no vendrá nunca Elena...
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Pese al estruendo que lluvia trajo consigo, la poesía vibró y remontó cualquier adversidad, quienes fuimos testigos de esta tarde podemos sentenciar sin reparo alguno que al menos, por esta vez, la poesía venció toda logística, todo aparato mediático de promoción: si alguna vez hemos estado en algún encuentro de poesía es probable que salgamos con el sabor agridulce que suele bridar la mala y buena poesía que suelen juntarse en este tipo de encuentros; sin embrago, en esta ocasión la poesía habló, se hizo presente de una manera soberbia y tres poetas dieron a la tarde y a Max Rojas un merecido tributo. ¡Salud por este día que el arcano del universo nos ha regalado! ¡salud por Max Rojas y por los poetas que lo acompañaron!
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